¿Por qué esperar a estar lejos... para estar cerca?
Recuerdo que aún antes de irme, yo intuía que con la distancia los lazos con la gente que amaba iban a fortalecerse. Y me daba gusto haber tenido razón, pues fue entonces que comencé a mandar y a recibir sentidas cartas. Tenía una rica correpondencia electrónica con mi mamá, con mi papá, con mi hermano, con mi abuela y con algunos amigos. Recuerdo también que me preguntaba ¿Porqué tenemos que esperar a estar lejos... para estar cerca?
El 24 de diciembre por la tarde salí a caminar al centro. En la plaza central de Madrid, la puerta del sol, había mucha gente. De las tiendas entraba y salía gente cargada con bolsas llenas de regalos. Como novedad, al irme acercando a la calle Preciados, no estaban actuando los músicos callejeros de costumbre. Esa tarde la música que alegraba la puerta del sol, no era música sudamericana de los andes, sino unos mariachis de Michoacán.
Me paré junto a las otras personas que estaban observando y escuchando a los mariachis. Mis ojos vagaron por los rostros de los músicos mientras mis oídos disfrutaban de El Rey. La música, las voces y los rostros de los paisas michoacanos me hicieron muy feliz esa tarde, tan feliz que sentí como se me formó un nudito en la garganta, como se me enchinaba hasta el último poro.
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