El primer mes fuera del nido
Fue muy duro el último día que estuve en Xalapa antes de irme a Madrid. Recuerdo estar hablando con mi mamá, decirle cuánto la quería, cuánto iba a extrañarla. Hablar con mi hermano y tener la certeza de que iba a pasar mucho tiempo antes de que lo volviera a ver. Me encontraba dividido entre las opciones de irme o quedarme. Una parte de mí deseaba con fervor emprender el viaje, pero había otra, igual de fuerte, igual de poderosa, que deseaba permanecer en Xalapa.
Yo estaba seguro de que el viaje sería positivo en todos los sentidos; sin embargo, eso no hacía menos triste el despedirme. A pesar de los sentimientos encontrados. de todas las lágrimas que lloré abrazando a mi mamá; la necesidad de perseguir mis sueños hizo que mantuviera firme mi desición de partir.
Después de un largo viaje, a principios de diciembre del año 2000, llegué a Madrid. Las primeras dos semanas me las pasé acostumbrándome al acento de la gente, al ritmo de las calles, al trato aspero de algunos madrileños, a los olores de la ciudad. Me la pasé aprendiendo y asimilando mi llegada, acostumbrándome a ser un adulto en un mundo desconocido.
Yo estaba seguro de que el viaje sería positivo en todos los sentidos; sin embargo, eso no hacía menos triste el despedirme. A pesar de los sentimientos encontrados. de todas las lágrimas que lloré abrazando a mi mamá; la necesidad de perseguir mis sueños hizo que mantuviera firme mi desición de partir.
Después de un largo viaje, a principios de diciembre del año 2000, llegué a Madrid. Las primeras dos semanas me las pasé acostumbrándome al acento de la gente, al ritmo de las calles, al trato aspero de algunos madrileños, a los olores de la ciudad. Me la pasé aprendiendo y asimilando mi llegada, acostumbrándome a ser un adulto en un mundo desconocido.
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