Solo voy con mi pena
Otra cosa que no dejaba de ser una novedad era el encontrarme constantemente rodeado, no sólo por españoles, sino por latinoamericanos de todos los países, africanos de cada rincón de ese continente, asiáticos, europeos de todas partes. Aunque Xalapa es una ciudad donde conviven personas de varias etnias y nacionalidades diferentes, las proporciones no son comparables con lo que uno encuentra en Madrid. Recuerdo que llamaban especialmente la atención los chinos, los negros, los hidúes y los gitanos. Al viajar en el metro me gustaba observarlos, concentrarme en sus rasgos, en sus gestos, en sus actitudes.
Y particularmente, al caminar por los callejones más populares del centro de Madrid, me sentía por instantes como dentro de la canción Clandestino de Manu Chao: “Solo voy con mi pena, sola va mi condena, correr es mi destino para burlar la ley”. Me parecía encontrar en la realidad madrileña muchas de las imágenes que evoca la canción; y ya luego he venido a descubrir que esas imágenes se repiten en muchas otras ciudades europeas, pero entonces todo lo que conocía era Madrid.
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