Son de abrigo
Para meterle calorcito al invierno madrileño de 2001, Carlos y yo compusimos un son: el Son de Abrigo. Un día en mi departamento de Lavapiés, armados con mi jarana y una guitarra. En medio del cotorreo apareció una tonada y enseguida empezamos a componer versos. Ambos añorábamos Quiahuixtlan, Villa Rica y pensando en esos paisajes de montaña, mar y vestigios arquitectónicos totonacas, compusimos el Son de Abrigo. He aquí un par de estrofas.
Sudando todo el camino entra el viento por la ventana,
levantándote el vestido morena veracruzana.
Contemplando los cerritos te recuestas en mi hombro,
si te miro me derrito y sino me vuelvo loco.
¤
Estando al pie del cerrito nos echamos un humito
y entonces los chaneques nos mostraron el camino.
El mar se tragaba al sol y la luna se asomaba
y los chaneques loquitos en las estrellas se columpiaban.
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