Muy feliz, muy tranquilo
Y ahí estaba Lalo, mi hermano, contemplando Lisboa desde el Castillo de San Jorge. Se acercaba el día que volverían a México y yo no quería estar triste, prefería seguir disfrutando los momentos presentes. Me encontraba muy feliz. Y a ratos me quedaba calladito observando a mis hermanos. Me recreaba viéndolos descubrir un mundo diferente al que conocían hasta entonces. Disfrutaba cuando probábamos juntos algún plato nuevo, el hablar en español y recibir respuestas en portugués, compartir un litro de sangría para calmar la sed. Observarlos en silencio me hacía sentir muy feliz, muy tranquilo, en paz, completo.
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