Como muchos de mis compañeros de clase, mientras aprendía el idioma y como funcionaba la vida en ese país, también buscaba trabajo. Primero busqué trabajos como maestro de español, supuse que siendo mi lengua materna, alguna oportunidad tendría; pero no conseguí nada. Luego busqué en algo dentro de la producción o enseñanza de televisión, cine o video, pues eso estudié; pero al tampoco conseguir nada por ese camino, busqué también trabajo como personal de limpieza en hoteles y restaurantes. Para entonces yo ya había trabajado como mesero y lavaplatos en Madrid, y haciendo hamburguesas y limpiando cuartos de hotel en Irlanda; así es que pensé que mi experiencia en algo me ayudaría, pero tampoco conseguí nada. Mandaba mis solicitudes y en los mejores casos me respondían diciendo “Gracias por tu interés pero el puesto se le ha concedido a otra persona”. Aunque la mayoría de las veces mis cartas ni siquiera reciben respuesta.
A pesar de los malos ratos que trae consigo el tener poco dinero, buscar trabajo y no encontrarlo. Anna y yo seguíamos haciendo maravillas con el préstamo de estudios que ella recibía. Era como un salario mínimo de Suecia, pensado para que una persona pueda vivir dignamente. Pero nosotros aplicábamos aquello de “donde come uno, comen dos” y vivíamos dos personas con el sueldo mínimo de una. Y no por eso dejamos de sonreír, de regar nuestras plantitas, de cultivar nuestro amor.
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