Emigrante Veracruzano

Espacio abierto al diálogo entre las veracruzanas y veracruzanos que viven en otro Estado de la República, en otro país o en una ciudad que no es su lugar de origen dentro del mismo Estado de Veracruz. Espacio igualmente abierto para los familiares que esperan el regreso de los que emigraron y académicos estudiosos del fenónemo de la migración entre los veracruzanos.

domingo, julio 02, 2006

Dempsey's Hostel

En Dempsey’s había varias personas llevaban hospedadas ahí más de seis meses. Otros, eran como yo, pretendían quedarse un par de meses en el verano; algunos otros sólo se quedaban una o dos noches y luego seguían su viaje hacia otros pueblos. Al registrarme y también sin que yo se lo preguntara, Keith, el encargado del albergue, me dijo que no recordaba haber recibido nunca a un mexicano, pero me hizo saber que en esos momentos entre todos sus huéspedes había tres españoles y dos brasileños.

Muy pronto conocí a los españoles, Marcé y Ana, de Cataluña y Miguel, de Madrid; y también a los brasileños. Al día siguiente que llegué me fui al centro del pueblo y me puse a recorrer las calles buscando trabajo. Las calles del centro estaban repletas de tiendas, bares y restaurantes y la temporada de vacaciones de verano a penas estaba comenzando; así es que muchos locales tenían carteles ofreciendo trabajo.

Al tercer día de haber llegado comencé a trabajar en O’Farrels’ Bed and Breakfast; una posada pequeñita en el centro del pueblo. Ahí en O´farrels trabajaba tres horas por la mañana, limpiando las habitaciones; y uno o dos días después conseguí un segundo trabajo, ese era por las tardes, así que no tuve problema en conservar el de la posada. Trabajando en O´farrels ganaba cinco libras por hora. Eso representaban quince libras seguras al día, y la noche de hospedaje en Dempsey’s sólo me costaba siete libras, así es que con el resto compraba comida y me tomaba algunas cervezas con otros inquilinos del albergue.

Tenía mis necesidades básicas cubiertas con el sueldo de la posada, así que comencé a ahorrar lo que ganaba en el trabajo por las tardes. Trabajaba en Dino’s Tradicional Hot Food, hacía hamburguesas, por eso me pagaban cuatro libras y media la hora y trabajaba jornadas de seis o siete horas, tres o cuatro veces por semana.

Para mí, el del 2001 se perfilaba para ser un verano a recordar: había llegado a Irlanda con muy poco dinero en la bolsa, había encontrado trabajo y me dejaba lo suficiente para pagar mi estancia y además ahorrar. Por no mencionar que me la estaba pasando muy bien conociendo otros mundos a través de la gente. Como dice la canción de Pixies: “Era una vida buena allá, bien rica, bien chévere”