I wanna love you and treat you right
Entre los inquilinos de Dempsey’s con los que mejor me llevaba estaba Ana, la catalana. Solíamos salir juntos a tomar unas cervezas después del trabajo, pero una noche fuimos a una discoteca: The White Lady Night Club. Entramos, pedimos cerveza y nos agenciamos una mesa. La gente bailaba en la pista al ritmo de: “Hey, baby... I wanna know if you’ll be my girl” Ana y yo platicamos un rato y luego nos paramos a bailar. Había mucha gente en la pista y de pronto entre la multitud danzante me encontré de frente con una chava que capturó mi atención. Vestida de negro, tenía el cabello rojo muy largo, parecía un poco tímida, metida en su mundo. Bob Marley comenzó a cantar: “I wanna love you and treat you rigth, I wanna love you every day and every nigth”. Yo le hice segunda voz a Bob y posé mis ojos sobre la chica que bailaba con unas amigas. Ana la catalana se dio cuenta de que yo miraba a la otra chica y de que mis miradas eran correspondidas.
Como entre Ana y yo no había nada, me hizo una seña para que me acercara a bailar con la otra chica, pero decidí esperar un poco. Terminó la canción y una balada de Robbie Williams frenó el ritmo fiestero. La gente se fue a sus mesas. Ana se fue a sentar. La pista se había quedado casi vacía. Las luces iluminaban el lugar donde nos habíamos quedado parados la chica y yo. Nos separaban sólo un par de metros. Le extendí la mano, nos acercamos, tomé su mano, la abracé y comenzamos a bailar. Sus manos acariciaban mi espalda y las mías la suya. Para cuando me di cuenta, nos estábamos besando. Suavemente, despacito, así como si el tiempo estuviera corriendo en cámara lenta. Y cuando terminó la balada volvió la música fiestera. La chica tomó mi mano y nos fuimos a su mesa. Ya después de los besitos nos preguntamos nuestros nombres: Anna y Rodrigo. De Suecia y de México. Solteros y disponibles. A la mañana siguiente despertamos juntos, abrazados, compartiendo el refugio de su cama individual.
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