Un respiro en el camino
Miles de transmigrantes centroamericanos encuentran en Veracruz un poco de alivio a las vejaciones que reciben a su paso por la república mexicana
LOS ANGELES, Veracruz, México.— Angela Ramos Morales y un grupo de amigas habitan en viviendas de lámina y madera, sin más riqueza que la exuberante vegetación del suelo veracruzano.
Sin embargo, no se dan tregua en lo que ya se ha constituido en un diario esfuerzo de solidaridad con cientos de transmigrantes centroamericanos que a su paso por el territorio mexicano son víctimas de múltiples vejaciones.
En su entorno de pobreza, el humanismo tiene un mayor valor. Ellas lo ven con humildad porque, dicen, “ellos [los migrantes] están peor que nosotros. Teníamos que hacer algo por esta gente; hicimos conciencia, nos organizamos, y nos pusimos a trabajar”.
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Esta muestra de caridad colectiva se debe a que los habitantes de esa región están conscientes de las graves dificultades por las que pasan estos indocumentados, porque son las mismas que sufren los mexicanos que se van a Estados Unidos, apunta Ana María Aragonés, profesora-investigadora de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).
“Al ver a los guatemaltecos, salvadoreños, hondureños y demás, ven a sus propias gentes en esas condiciones”, — explica—, “ya que muchos de ellos han muerto en el camino, y saben que los centroamericanos van a lo mismo. Saben que ya pasaron una frontera horrible, que es la de México, y que van a pasar la frontera de Estados Unidos, que es una cosa terrible”.
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En su rutina de generosidad, Angela define su máxima aspiración en la urgencia de “poder tener más comida, ropa, y demás cosas que les hacen falta a ellos, pero también de que cada vez un mayor número de personas se organicen para ayudarlos en los pueblos por donde pasan los indocumentados”.
Los habitantes de Los Angeles, Veracruz, van a continuar ayudando a los transmigrantes hasta que, garantizan, “la gente que nos ayude lo siga haciendo y, si dejan de hacerlo, pues nosotros vamos a seguir hasta donde podamos”.
“Los ángeles” de este poblado insisten en que “no es mucho lo que hacemos, pero es un granito de esperanza que sirve para que ellos sigan su camino y estén a salvo, con vida”.
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