Emigrante Veracruzano

Espacio abierto al diálogo entre las veracruzanas y veracruzanos que viven en otro Estado de la República, en otro país o en una ciudad que no es su lugar de origen dentro del mismo Estado de Veracruz. Espacio igualmente abierto para los familiares que esperan el regreso de los que emigraron y académicos estudiosos del fenónemo de la migración entre los veracruzanos.

jueves, noviembre 02, 2006

Mis primeros días en Suecia

Después de siete horas de viaje llegamos a nuestro destino. Yo me sentía más cerca del fin del mundo, muy cerca de ese punto en el norte donde terminan los mapas. La madre de Anna, Eva y su perrita, Ronja, nos esperaban en la estación. Anna saludó a su mamá y yo, tan inocente y amigable, también la saludé. Le di la mano y un beso en la mejilla; lo cual representó nuestro primer choque cultural, mi primera lección acerca de las costumbres de ese país: en Suecia uno no saluda de beso a nadie... menos a la madre de tu novia el mismo día en que te la presentan.


Pero fue un choque cultural sin mayores consecuencias. Eva, la mamá se sonrojó un poco y Anna bromeó con ella al respecto mientras acariciaba y besaba a su perrita. Nos subimos al coche y nos fuimos a su casa. Recuerdo que me llamó mucho la atención que todos los coches sin excepción, se detenían cuando algún peatón se acercaba a la orilla de la acera con la intención de cruzar la calle. También que todo estuviera tan limpio, tan ordenado; y que muchas casas tuvieran una bandera sueca colgando junto a la puerta de entrada sin que hubiera una fiesta nacional.


Llegamos a una casa de madera, en un barrio donde sólo había casas de madera rodeadas por amplios jardines. Los edificios se habían quedado atrás, en el centro de la ciudad. Entramos a la casa y siguiendo las costumbres del país, nos quitamos los zapatos y los dejamos junto a la puerta de la entrada. Eva me presentó con Björn, el papá de Anna. Entonces yo no sabía nada de sueco, ni ellos de español, así que nos entendimos en inglés. Platicamos un rato, nos tomamos una cerveza y luego, Anna y yo, fuimos a su habitación.


Eva y Björn habían cambiado la cama individual de Anna, por una matrimonial. Y como hasta entonces, Anna y yo, sólo nos habíamos acostado juntos en camas individuales; sin pensarlo dos veces, dedicamos las siguientes dos horas a disfrutar de su cama nueva. Mientras tanto Eva preparó la comida, Björn sacó a pasear a Ronja; luego Eva se puso a tejer y Björn leyó el periódico. Ya cansados y satisfechos, Anna y yo nos metimos a bañar.