La Patrona, Amatlan, Ver., 14 de agosto. A un lado de este pueblo pasan los trenes de carga rumbo al norte. Sus habitantes, sobre todo aquellos que viven al lado de las vías, hacen algo tan elemental como milagroso: ofrecer agua, comida, ropa y medicinas a quienes viajan como pueden en esos trenes, trepados en el techo, de pie entre vagones. Son los centroamericanos, rumbo a Estados Unidos en busca de empleo, que necesitan, muy a pesar suyo, cruzar nuestro país.
Muchos de estos viajeros ya llevan semanas en territorio nacional y lo único que quieren es escapar de este infierno de maras, migra y policía. Así que las mujeres les devuelven, primordialmente, la esperanza en nosotros los mexicanos.
Las patronas (sobre todo son mujeres las que ayudan) no sólo llegan a salvar vidas. También rescatan a los mexicanos: México ya no es sinónimo de pesadilla.
las mujeres contaron por qué ayudaban a los pasajeros del tren, algunos todavía niños: “Tengo mi hijo en Estados Unidos y una hermana… y de por sí se nos parte el alma y damos de comer”… “Mi hija siempre ha vivido por fuera, de migrante, y le dice a la gente: ‘mi madre está sembrando y yo estoy cosechando”… “Tiene uno hijos, cuñados que el día de mañana a la mejor se aventuren”… “Imagínese lo difícil que fue para ellos. Mi esposo se fue a Sonora en camión, pero ellos cruzan en tren, en el sol…”
Las mujeres de La Patrona se han vuelto grandes expertas de la migración en muchos sentidos: conocen a quienes vienen del sur y son parte de quienes van al norte. Saben de la necesidad de salir, saben de lo que se padece en el camino, del hambre, del frío, del sol, las enfermedades, los accidentes, las agresiones. Han auxiliado a mutilados por el tren, han llorado a familiares fallecidos en el desierto.
Durante sus pláticas con los centroamericanos, las patronas han escuchado una historia que se repite una y otra vez, con distintas variantes: “La tierra ya no da para vivir”.
“Simplemente dicen que no aguantan la pobreza, que los hace añorar Estados Unidos, que es la grandeza de todo pobre, es la ilusión”, dijo Olga Martínez Galindo.