Emigrante Veracruzano

Espacio abierto al diálogo entre las veracruzanas y veracruzanos que viven en otro Estado de la República, en otro país o en una ciudad que no es su lugar de origen dentro del mismo Estado de Veracruz. Espacio igualmente abierto para los familiares que esperan el regreso de los que emigraron y académicos estudiosos del fenónemo de la migración entre los veracruzanos.

lunes, diciembre 18, 2006

Carta desde Virginia, USA

Hace unos días apareció en el buzón del Emigrante Veracruzano una carta que me gustó mucho. Venía desde El Gabacho, con la historia de una veracruzana chambeadora. Aquí la tienen:

Hola amigos, la verdad es que me encantó esta página jamás en mi vida la había visto, pero me dio mucho gusto saber que existía. A mi me encantaría compartir con ustedes mi pequeña historia. Pues mi nombre es Inés M. M., soy originaria de San Andrés Tuxtla, Veracruz, y tengo una beba hermosa de 5 años. Por el momento radico en Alexandria, Virginia y la verdad es que extraño mi lindo y hermoso Veracruz, pero a veces uno tiene que hacer sacrificios por los hijos.

Mi nena está enferma de convulsiones, yo tengo una carrera técnica en informática y en San Andrés no había oportunidades de trabajo…Fui a dar a un cyber donde me pagaban 300 pesos a la semana y como saben pues ese tipo de enfermedades es muy cara, es por eso que emigré a Estados Unidos. Pero de verdad les comento que para mi ha sido muy difícil estar sin mi hija… pero la tengo que sacar adelante ya que sólo me tiene a mi y a mi mamá.

Y no crean, se extraña todo de allá, la playa, el amanecer, la gente y aunque parezca ridículo, hasta extrañas las salidas con tus amigos y amigas al parque y poder andar hasta altas horas de la noche sin miedo a nada, ni a nadie. A veces la gente piensa que acá la vida es mas fácil y que el dinero se recoge con escobas; es verdad que se gana mas que allá, pero te das tus buenas cansadas, aparte siendo indocumentado (como yo) siempre andas con temor. Acá nada de hacer loqueras en la calle porque enseguida vas para tu país de retacho.

Es por eso que a las personas que lean esto y que radiquen en el hermoso Veracruz: disfrútenlo. Bueno me despido y espero que no les haya aburrido mi historia


Delfines xalapeños en California


"En Estados Unidos se les ha dado a conocer como Nuestros Ángeles de Veracruz, aunque su nombre original es Los Delfines. El grupo de 305 niños originarios de Xalapa, Veracruz, que inició como una modesta banda de 50 integrantes, participará el 1 de enero como representante de Latinoamérica en el 118 Desfile de las Rosas en Pasadena."

"Estos pequeños pasarán el fin de año fuera de casa y algunos lejos de la familia, por lo que la Federación Veracruzana USA ha lanzado una convocatoria para "Hacer feliz a un ‘delfín’", en que invita a ser patrocinador de uno de los niños obsequiándole un regalo a su llegada, de manera que se sientan bienvenidos en Los Ángeles y apoyados por la comunidad hispana."

"Los jóvenes son estudiantes de la Escuela Secundaria Manuel R. Gutiérrez, de Xalapa, Veracruz; 256 niños y niñas que tocan instrumentos musicales y 49 niñas que forman los grupos especiales de bastones, banderas y panderetas. "

"La agrupación fue seleccionada entre cientos de bandas por el Comité Organizador del Desfile de las Rosas 2007 para representar a la comunidad latina en Estados Unidos."

La nota completa en:


sábado, diciembre 16, 2006

Ya llegue (sin acento)

Les debo los acentos en este post. Estoy en un Office Depot de la ciudad de Mexico y no le encuentro los acentos a la maquina. Y si, este es mi primer post estando en Mexico. Llegue el miercoles y hasta hoy logre conectarme a internet. Ya sabran, he andado super ocupado, digiriendo tantas experiencias y sensaciones, encontrandome con amigos y familiares, reencontrandome con mi pais.

El viaje inicio con mucha magia. Entro al avion buscando mi asiento y de pronto se dirigen a mi: ¡Que onda huey!. Orale, era Marco, el mexicano de Skelleftea, Suecia... ahora de Umea. Hacia como dos años que no nos veiamos. No teniamos idea de que viajabamos en el mismo vuelo... a solo una fila de asientos de distancia.

Llegue a Mexico pedisimo de alegria, pedisimo por todo el vino que me sople en el camino. En el avion armamos como una fiesta una bola de emigrantes retornando a casa. Nos juntamos unos seis en la cola del avion y armamos como un bar. Depues de un rato echando desmadre las azafatas comenzaron a cansarse de nosotros y nos amenzaron con denunciarnos con la policia al llegar a Mexico. Yo me disculpe un par de veces y trataba de hacerles entender que estabamos muy contentos por volver a casa, la mayoria llevabamos ya tiempo fuera de nuestras tierras.

En el aeropuerto me recibio mi tia Lupita. Luego me llevo a casa de Ana, una amiga. Me despedi de mi tia y me quede con Ana. Yo estaba ya hecho un trapo, cansadisimo, no habia dormido ya durante demasiadas horas, pero habia tanto que platicar... Ana y yo no nos veiamos desde hacia seis años, desde que me fui de Mexico. Entonces, los dos dejamos Xalapa, pero yo me fui a Madrid y ella al norte de California. Ahora seis años despues, nos encontrabamos en el DF, con muchas historias acumuladas con los años.


martes, diciembre 12, 2006

Cumpleaños xalapeño en Puebla

Se llegó el día. 27 años encima. No había familia y mis amigos, la mayoría, lejos, trabajando. Decidí que no me quedaría sin hacer nada. El día previo, unas cervezas; para comenzar el cumpleaños fresco y bien lubricado. Vamos, ya carburando lo que sucedería en la noche del día siguiente.

En el centro de la ciudad de Puebla, en el callejón de los sapos, hay un bar “Salsa Lounge” (aunque parezca imposible de creer) llamado BEMBÉ. Ahí estaba, salas, mesas con bancos, poca gente y comienza a tocar el grupo. Parte de la sinfonica de Puebla se dio cita ahí y el violinista se lanzó a tirarse un palomazo, muy bueno. El grupo realmente no tocaba bien, pero servía para el motivo.

Pasadas las horas, habiendo hecho efecto las cervezas, el grupo ya tocaba más chingón, un negro en las percusiones se rifaba chido y el vocalista, que parecía de rondalla, ya sin gabardina y sin bufanda ya sonaba mejor.

Mientras más cervezas pasaban, tocaban más chido. Comenzaron a pedir rolas. Y a mi ya me picaban las patitas por pararme a menear el bote. Les pedí “Rebelión”, y pusieron cara de ¡¡AH CABRON!! Comenzó la rola y a bailar… ¡¡ AY PAPA!! … baila y baila.

Al terminar y ya con hartas ganas de seguir en el desmadre, les pedí “Dos gardenias”. Se miraron y el negro de la percusión me dice: “hermano no la traemos puesta”. Shaaaaaaaaaaaaaaaaaaaale. Bueno “PERFUME DE GARDENIAS”. Volvieron a verse entre todos y otra vez: “esa tampoco hermano”. Total que tocaron una especie de “La Boa”, que parecía mas un gusano de tierra ¡me cae!

Terminan de tocar y eran APENAS LAS 12 DE LA NOCHE, los 3 “jarochos” nos rehusábamos a irnos a dormir. Así, se aplicó el plan B.

PLAN B:
Caminamos una cuadra y entramos a un bar llamado la bóveda. 4 mesas ocupadas y unas 15 personas, con nosotros ya éramos 20. Había música de banda. Le pedíamos al DJ varias rolas y solo puso una.

Comenzó a tocar el grupo de “rock” en vivo su última tanda, a la 1:30. Y tocaban bastante mal pero ya con la fiesta todo sonaba bien. Rolitas de regulares a malas, pero el ambiente no caía en nuestra mesa. Nada mas 2 cubetitas, de 10 chelas cada una, y CHIIIIIIIIIINGUESUMAAAAAADREEEEEEEEE que llega el terrible momento: nos dan la cuenta con cara de ¡¡YA LARGUENSE, SON LOS ULTIMOS!!

Pagamos y derrotados a las 2:30 de la mañana nos fuimos. Nunca me había sentido TAN pero TAN desmadroso. En el pueblo, siempre hay quien hace más fiesta, pero en Puebla no... se nos notaba lo “jarochos”.

Ramón Zárate Moedano


domingo, diciembre 10, 2006

Las últimas navidades

Yo, frente al Fiordo de Larsnes, en Noruega

He pasado ya muchas navidades fuera de México. La primera me tocó en Madrid. Ahí estaba yo, solo, en un departamento sin conocer a nadie, al borde del llanto, muerto de frío. Comenzando a asumir la distancia.

La segunda navidad volví a pasarla en Madrid, pero esa vez, estaba ya en compañía de Anna. La distancia con Xalapa ya no era tan pesada.

La tercera navidad la pasé en Suecia. Entonces recibí un regalo maravilloso. Anna se puso de acuerdo con mi mamá para darme una sorpresa: regalarme un vuelo a México a principios del año siguiente.

Nos reunimos en casa de María, la tía de Anna en Hallsberg. Vimos el especial de navidad del Pato Donald, comimos varias delicias navideñas y luego llegó el momento de repartir regalos. Yo no tenía idea de lo que Anna me tenía preparado... todos los sabían menos yo. Así que llegó el momento, abrí mi regalo y me encontré con una tarjeta telefónica para llamar a México... y un papel que tenía un avión dibujado y un texto "Vale por un viaje a México, feliz navidad". Anna me dijo que era de parte suya y de mi familia en México.

Me temblaron las piernas, sentí un calor muy intenso en el pecho, me escurrieron un par de lágrimas. Anna sonreía complacida al observar la felicidad que mi rostro reflejaba. Me sentí profundamente feliz y agradecido con Anna. Carajo, me estaba regalando una de las cosas que más deseaba: encontrarme con mi familia. Fue enorme. La abracé con todas mis fuerzas, la besé, le agradecí. Su tía, su madre y su papá me deseaban suerte en el viaje.

Casi no podía hablar y Anna me instó a usar la tarjeta, a llamar a México. Le llamé a mi mamá y me preguntó: ¿qué te parece tu regalo? Y ahí me tiré un buen rato feliz de la vida, muy agradecido con Anna, muy enamorado de ella.

Las navidades siguientes las pasé en Suecia y en Noruega. Recuerdo especialmente una navidad noruega. Cruzamos la frontera con rumbo a Trondheim y luego al sur hacia Larsnes, el pueblo donde nació Björn, el papá de Anna; donde vive Else, su abuela. La casa está a 50 metros del mar, al fondo de un Fiordo y estuvimos ahí varios días. Caminamos por el bosque, decoramos el árbol, comimos pasteles de la abuela y grabamos varias cintas con mi cámara, que al final transformamos en un film. Para esa navidad ya llevaba yo varios años fuera de México. La distancia con México ya era parte de mi vida cotidiana; pero seguía extrañando.

Hoy, hace seis años que estoy fuera e México y como el año pasado, volveré a pasar la navidad en Xalapa. Estoy a tres días de partir. He tenido mucho trabajo dejando todo listo para que mi ausencia no resulte un problema. A penas hoy he podido empezar a organizar mi maleta, pero ya tengo casi todo listo; sobre todo mis ganas de encontrarme en compañía de las personas que tanto quiero y que tanto llevo extrañando.


lunes, diciembre 04, 2006

El recuento de los daños

Han muerto más migrantes este año

"El número de veracruzanos muertos en Estados Unidos se incrementó en un 25 por ciento en un año, reveló el director general de Atención a Migrantes Manuel Rosete Pozos."


"Informó que entre enero y octubre del 2005 ese organismo había trasladado a distintos puntos de la Entidad 199 cuerpos, y este año, en el mismo lapso, suman 245."

La nota completa en:

www.oem.com.mx/diariodexalapa/notas/n87442.htm


domingo, diciembre 03, 2006

Estar de vuelta

Cuando me fui, tenía en mente estar fuera unos tres años o cuatro como máximo. Hoy justamente cumplo seis años fuera de México y aunque he vuelto varias veces, sigo sin llevar a cabo el retorno definitivo. Hoy, leo los periódicos en Internet y me parece que el país está peor que cuando lo dejé por primera vez hace seis años. El retroceso me hiere pero no aniquila mis ganas de volver. Y me gano que me llamen: idealista, necio, masoquista, idiota, ciego. Pero yo estoy seguro de que no me queda ninguna de las tres últimas etiquetas; si acaso una combinación de las dos primeras.

Pero lo inmediato será disfrutar de este retorno vacacional. Dentro de poco más de una semana, volveré a los aeropuertos, a cruzarme con miles de viajeros. Volveré a México, a Veracruz, a Xalapa. Volveré a coincidir en el mismo espacio con mi familia, con mis amigos. Volveré a pasar la navidad y el año nuevo con ellos. Volveré, después de seis años, a celebrar mi cumpleaños 30 rodeado de la gente que más quiero. Volveré seis años después a darme cuenta de cómo he cambiado con la distancia y con el tiempo. Notaré los cambios en la fisonomía de mi ciudad, de mi barrio, de mi casa. Volveré a mi alimentación tradicional, a los olores y sabores que tantas veces añoro estando lejos.

Me hace muy feliz regresar, estar de vuelta. Me hace muy feliz la idea de volver a escuchar el canto de la rama, ver las danzas de los viejitos, estar en el bautizo de mi sobrina y no sólo compartirlo viendo fotos al otro lado del Atlántico. Me hace feliz volver a ser parte de las pequeñas pero trascendentes ceremonias familiares.


Dejando Suecia por primera vez

Al volver de mis sueños, de vuelta en Suecia, me encontré un día de camino a la casa en las montañas de los padres de Anna. A través de la ventanilla disfrutaba de un desfile de abetos, pinos, abedules, un lago por ahí y otro por allá; casas de maderas, rojas, amarillas, verdes, algún zorro, una manada de renos y algún ciervo. Para mí, ya el ver tanta fauna silvestre era una experiencia exótica, me hacía sentir como en un documental de National Geographic, pero el viaje se vio coronado cuando nos paramos a comer hamburguesas de carne de alce… y aunque no le encontré nada especial en cuanto a sabor, me pareció interesante probar la carne de un animal silvestre.

Anna, sus padres y yo, estuvimos tres días en la casa de las montañas. Todas las mañanas, preparábamos sándwiches, un termo con café y uno con chocolate. Con mochilas en la espalda salíamos a caminar un rato y disfrutamos de días claros e incluso alguno caluroso, viéndonos obligados a quitarnos las chamarras. Cruzábamos bosques y nos encontrábamos con algún río. Subíamos alguna colina y pasábamos cerca de un lago. Todo era tan bonito, tan apacible, tan perfecto; que me sentía viviendo dentro de una postal. Y muy pronto me di cuenta de cuánto valoran los suecos los días soleados.

Anna y sus padres querían estar al aire libre todo el tiempo, aún cuando el sol estuviera en su punto más caluroso y picante del día. Cuando yo, de forma instintiva, quería quedarme dentro de la casa, refugiado en la sombra. Pero después de vivir mí primer invierno allá, rodeado de nieve por todos lados y padeciendo una pesada oscuridad veinte horas al día; durante los veranos, yo también quería disfrutar de los rayos del sol cuando aparecían.

Finalmente llegó el día de dejar Suecia. Anna y yo seguíamos conociéndonos y como todo parecía marchar bien entre nosotros, decidimos continuar con nuestra aventura. Quedamos de vernos en el aeropuerto del D.F. el 12 de septiembre de 2001. Pasaríamos en México una temporada de dos meses. Yo tenía ya muchas ganas de ver a mi papá, a mi mamá, a mis hermanos, al resto de mi familia y a mis amigos. Además, Anna y yo podíamos seguir conociéndonos y ella tendría la oportunidad de convivir con mi familia, de conocer mi país.

Entonces, el nueve de septiembre volví a Madrid. Lavé mi ropa sucia y organicé de nuevo mi mochila. Tres días después, la mañana del 11 de septiembre de 2001, inicié mi viaje de retorno a México. Como los demás pasajeros del vuelo y como casi todos los habitantes del planeta, no tenía idea de que ese, sería un día trágicamente histórico. No sabía que en el momento justo en que un primer avión se estrellara contra las torres gemelas, yo estaría volando con dirección a Nueva York.