Pata'e perro
El coro sin eco
A un costado de la plaza se estacionaron también tres camionetas de la policía. Desde donde yo me encontraba, a través de los cristales podía ver que estaban llenas de oficiales armados con escudos, macanas y cascos. Los policías continuaron apostados en sus sitios, hablando por sus radios y observando los movimientos de nosotros, las personas que habíamos dejado de caminar y estábamos concentrándonos en la plaza.
El rumano de todos los días continuaba vendiendo encendedores y baterías a los transeúntes. Un hombre negro y joven repartía volantes en la boca del metro. Anunciaban a un “Medium-Vidente, séptima generación de su familia”, que ofrecía curar entre otros, males de amor, trabajo, desencantamiento y desprotección. El indigente enfermo de SIDA también estaba en su sitio habitual, esperando que cayera una moneda en la alcancía junto a sus pies.
Cuando los relojes de la plaza marcaron las siete y media de la tarde, los estancados en ella, tratando de hacer una sola voz comenzamos a gritar: “Zapata vive, la lucha sigue. Zapata vive, vive, la lucha sigue y sigue”. Una mujer cuarentona con acento argentino comenzó a dirigir el coro gritando una nueva consigna: “E-Z-L-N la revolución que viene”. Nosotros, los del grupo la repetimos a coro y luego, una señora española tomó el liderazgo y rugió: “Chiapas, Chiapas no es cuartel, fuera ejército de él”. La curiosidad le ganaba a la mayoría de los transeúntes, y aunque no dejaban de caminar, volteaban a vernos rápidamente. En esos segundos leían las pancartas que habíamos preparado y escuchaban alguna de las consignas que gritábamos a coro.
La nota completa en: